El televisivo empresario tarifeño Juan Luis Muñoz
(Facinas, 1943) falleció ayer en su ciudad a los 69 años de edad. Al
cierre de esta edición aún no había trascendido la causa de la muerte de
este genio del humor conocido como el 'Sabio de Tarifa'. La noticia del
deceso de Muñoz, que era dueño de un restaurante en su localidad y
dedicó buena parte de su vida a la cría del cerdo, provocó un aluvión de
mensajes en las redes sociales. Una despedida de acuerdo a la grandeza
de este filósofo de vida, famoso entre otras razones por sus apariciones
en programas como 'Los ratones coloraos' de Jesús Quintero.
Esta tarde, a las 17.30 horas, tendrá lugar una misa por
su eterno descanso en la Parroquia de San Mateo de Tarifa.
Posteriormente, el cuerpo del 'Sabio de Tarifa' será incinerado en el
crematorio de Botafuegos de Algeciras.
Hasta en las 'bodas de Caná'
Ni San Juan Evangelista. Nadie contó nunca tan bien
contado el episodio de las 'bodas de Caná' como Juan Luis Muñoz frente a
un auditorio de más de 400 personas en el aula Magna de la Universidad
de Navarra. Aquel día de febrero de 2000 entraba la gracia en el foro
universitario por todo lo alto, de la mano del que fuera, muy
probablemente, el tipo con más ingenio de España.
Con razón le apodaban 'Sabio' de nombre y De Tarifa de
apellido, pues Juan Luis llevó por todo el mundo el ingenio y la
inteligencia de Cádiz, aireando con los vientos del Estrecho los cuatro
puntos cardinales del planeta. Esa de las bodas de Caná era una de las
historias que fraguaron ese universo inteligente y festivo, rápido y
profundo, local y cósmico, universal y tan propio al mismo tiempo que
calló ayer a los 69 años de edad. Desde hace años arrastró el genio un
cuerpo cansado que comenzó con «una neumonía de oferta», continente de
una mente maravillosa, heredera por derecho propio de otros genios de la
gracia como El Beni de Cádiz. Amigo de compartir ratos de charla junto a
una barra, adoraba acodarse en templos de la gastronomía callejera,
entre ellos Casa Manteca de Cádiz, que definía como «alimento para el
espíritu».
Juan Luis Muñoz, nacido en los campos de Facinas en 1943
dedicó su vida a pregonar, disfrutar y hacer negocios del sacrosanto
cochino del que hablaba como en oraciones, como si se tratara de un
habitante del Olimpo. Quizás por eso mismo, en su restaurante Casa Juan
Luis -casa de gentes del poder y amigos humildes- se degustaba cerdo
desde los entrantes hasta el remate de la cena.
Entre jamones y paletillas se fraguaron algunas de sus
mejores anécdotas. Queda para los anales de la gastronomía el día en que
se inauguraba la Expo de Sevilla, allá por el 92 y el cuerpo de
seguridad no dejaba entrar a Muñoz con su set de cuchillos jamoneros.
Con prisa, abrió la pata con el tiempo justo para ofrecerle una loncha
al rey de España sobre el cuchillo, adelantado en su ofrecimiento hacia
el rostro del monarca. «Majestad...» Los guardaespaldas le cayeron en
tromba. Repuesto del golpe y excusados por el Rey, amigo personal del
sabio, le ofreció otra loncha a la Reina. «Muchas gracias, pero no como
carne», se excusó ella. «Anda, de Vejer, como mi madre», respondió
Muñoz.
Estas son solo algunas de las historias deliciosas de las
que fue protagonista Juan Luis Muñoz, narradas una y otra vez con el
mismo argumento y las mismas carcajadas en la casa que apodaba 'Villa
Pulga'. A buen seguro volverán a escucharse hoy, en el sepelio de un
jamonero, hostelero, embajador de Tarifa, amigo de presidentes, reyes y
jornaleros, personaje de los versos de poetas como Joaquín Sabina, sabio
por derecho propio. Descanse en paz.